Pequeñita.

Subí las escaleras. Cansada, vacía, ausente. Taladrándome la cabeza, aunque esta vez hasta "el taladro" estaba totalmente agotado y abatido.

Al final de las escaleras, abriéndome la puerta del ascensor amablemente, estaba aquel señor.
Un hombre cincuentón, trajeado y con una sonrisa muy dulce y paternal; ni siquiera presté demasiada atención a los rasgos de su cara, sólo sé que él me acogía en esos momentos. Me estaba abrazando con su invitación a pasar y marcar piso en el ascensor.

Sé que podía dejarme caer que él me cogería, podía perfectamente perderme en sus brazos. Sólo él, en esos momentos, era mi soporte.

Me sentí pequeñita, y permitiéndomelo, me resguardé en su mirada.

Creo que en ese instante tan sólo él podía comprenderme, o al menos, parecía hacerlo. Consiguió calmarme, tranquilizarme y actuar como un padre.

Aquel señor desconocido que estoy segura me conocía perfectamente...

(Fragmento del original)
By Loim.